Todo gran proyecto en la historia, blanco o negro, se distancia de su autor y se plasma en una actividad colectiva según la lógica que lo rige. El mal es más multiforme que el bien. Existen teóricos del genocidio incapaces de matar una mosca y naturalistas que matan con amore, aunque carecen del don de los primeros: el de justificar el crimen. El nazismo reunió en su jerarquía a unos y a otros, porque los necesitaba a todos. Como instigador moderno del genocidio, en su hipocresía, se apoyó sobre dos pilares: la ética del mal y la estética del kitsch.