Le fastidiaría mucho pensar que su madre la llevó al endocrino contagiada por alguna amiga, aunque llamar amistad a las relaciones cultivadas por su madre en el mercado, la tienda de ultramarinos, el Salón del Reino de los Testigos de Jehovà o la puerta del colegio, cuando los iba a buscar a ella y a sus hermanos, suponga conferir un honor inmerecido a aquellos roces efímeros y triviales, ajenos al verdadero afecto tal y como lo entiende la hija.