Alicia deseaba un hijo, pero de vez en cuando un pensamiento espantoso cruzaba por su mente: Quiero un hijo, ¿pero quiero realmente un hijo de Sydney? Resultaba raro pensar aquello tan desagradable y, al mismo tiempo, sentirse bastante enamorada de Sydney y disfrutar acostándose con él. Y estar enamorada, desde luego, significaba que los defectos de Sydney no la molestaban realmente o no debían molestarla.