Una tristeza había en los ojos de Juan Jerez, que acaso ya nada haría desaparecer: la tristeza de cuando en lo interior hay algo roto, alguna creencia muerta, alguna visión ausente, algún ala caída. Mas se notó en los ojos de Juan una dulce mirada, y no como de que se alegraba él por sí, sino por placer de ver tierna a Lucía. ¡Son tan desventurados los que no son tiernos!