Joachim Kalka

Ya sé que se trata de una roca cósmica o, según la tradición de diversos pueblos, de un símbolo eternamente cambiante; sin embargo, no la comprendo, y la amo.

El escritor no debe en ningún caso dejar a la luna en el cielo; basta con que una botella rota brille en un dique por la noche para tener in nuce la magia del brillo de la luna.

A pesar de todo, la luna es un requisito indispensable en el cielo de ciertas narraciones de paisaje, sobre todo para narraciones candorosas y seguras de sí mismas.

Lo materno juega un papel importante aquí, la luna está llena de energía emocional.

Demuestra un antagonismo histórico entre el perro y la luna, tan estrecho que parece una alianza.

La luna, que no deja de cambiar ella misma, es el emblema de la metamorfosis.

En contraposición a la mitología vampírica de sangre y elegancia, brutalidad y melancolía —compleja hasta cierto punto porque es contradictoria en sí misma—, lo licantrópico reformula como fábula una máxima conocida: en cada persona hay un animal.

Algunos lo creen en la esfera lunar
porque todas las cosas perdidas en la tierra acaban allí.