Lorena Amkie

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    Estábamos frente a frente, sólo una pared de aire entre los dos, y yo puse mi vida en mis ojos para que ella pudiera verla.
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    —Te veo y me dan ganas de vivir para siempre —le digo.

    Diez palabras. No estuvieron tan mal.
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    Eva brilla junto a mí; tiembla como una nube antes de estallar en lluvia
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    Nuestros dedos abrazados se aprietan hasta asfixiarse y toda la sangre que me recorre dice que el Universo está palpitando, que los planetas brincan de órbita en órbita y que todo lo que fue y lo que no ha sido, aquí y en el infinito, se ha acomodado para que yo, por unas horas, sea absolutamente feliz.
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    Prometértelo era darte permiso para irte. No podía hacer eso. ¿Aventuras? Supongo que depende de la definición. ¿Enamorarme? Sí: la amo con mi cuerpo de humano y con el de adentro, papá, si es que eso existe. No existe, pero te gustaría escuchármelo decir. Me habría encantado que la conocieras. Me habría encantado conocer a mamá cuando era alguien más parecido a Eva. Pronto dejaré de pensar, porque temo que mis pensamientos la despierten: ella también me lee la mente, aunque sólo lee las mejores páginas. Ronca como un gatito y está hecha un ovillo a mi lado. Hacer el amor, fabricar el amor, habitar el amor. Más verbos de los que creí que mi cuerpo aguantaría. Le escribiría canciones, papá. Le daría mi tarjeta de crédito. Le pintaría las uñas de los pies.
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    Dulcineva: eres suave como una cama de agua en la cual se puede dormir, jugar y hacer el amor. Dulcineva: envuelta en ti misma para ocupar el menor espacio posible, perfecta e invisible salvo para quien merece encontrarte entre la selva de fealdad del mundo. Dulcineva: quizá sea un genio, pero no soy un artista y tú eres una obra de arte. Levantas la sábana a cada respiración, apenas perceptiblemente… unos ojos humanos no lo notarían. Tampoco notarían la peca solitaria junto a tu nariz, ni la manera en que cada uno de tus cabellos parece dormir y respirar, dormir y respirar, tranquilamente, como si cada fibra tuya estuviera de lo más a gusto aquí, en esta cama con olor a mí, con olor a Eliseo, el Inmortal. Los ojos de adentro también tienen párpados y acaban parpadeando y llorándote encima, Dulcineva, porque la belleza a cualquiera lo conmueve. Los llamo de vuelta y me quedo un rato más aquí, afuera, porque no estoy listo para entrar.
  • Geraldine Vegahar citeretsidste måned
    No éramos de las típicas parejas que planean ir a París de luna de miel o que creen que es el único lugar romántico sobre la faz de la Tierra, pero París me duele sin ti. He dicho mil veces que ya voy a olvidarte, pero nos veo como en una película, caminando por los puentes y bailando en un barquito sobre el Sena: todo un cliché.
  • Geraldine Vegahar citeretsidste måned
    Me había dado por escribir, quizá pensando con soberbia que algún día a alguien le interesaría mi historia.
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