Una vez caen bajo el embrujo de la voz de James Baldwin, los alumnos tienden a comprar, junto con sus pasajes más sensatos, todo su análisis sobre la raza, la política y Estados Unidos, y sus desatinadas y rimbombantes profecías. Lo que en verdad compran los alumnos es su representación del yo como ser humano herido: no cabe ninguna duda de que, en nuestra cultura de tertulia y entrevista, que consagra el victimismo, Baldwin encaja perfectamente bien.