y sesenta años
de ensanchar mi sepultura han logrado que quepan
en ella todas mis pequeñas debilidades.
Mundo,
atraviesas mi malla. Los dioses con tentáculos
aún trepan por mi espalda, las estrellas son mis lágrimas,
las aves dan alas a mis pies y los leones me lamen el pelo,
pero la red de la humanidad está tan gastada
que la vieja alma se cuela por ella, resbaladizo pez,
cínica mariposa, sombra de un cuervo.
¿Qué puedo decir al hablar
que haga trizas la red,
la lengua de mi pueblo asesino?
¿Puede el canto curar el mar?
Masticaré arena, comeré sal.
Temeré el silencio. ¡Abuela!
Enséñame cómo se teje
y las palabras que tengo que decir.