Dos toces forzadas
para aclarar un poco la garganta,
un breve paneo hacia el público
y todo ya está listo
para un nuevo discurso del insomnio.
De acuerdo a estadísticas recientes,
las partes en las que aparece el arrepentimiento
son las que más aplausos se llevan.
Los mejores momentos, por el contrario,
aparecen deformados sin potencia ni color,
convertidos en un chicle con gusto a uva
fabricado para perder efectividad
en la repetición.