Casi dos años (1971–1972) vivió Jaime Quezada en la casa del escritor Roberto Bolaño,en Ciudad de México, cuando este era un muchacho de 18 años, que abandonaba la enseñanza secundaria, y que se pasaba día y noche leyendo y releyendo (de Kafka a Eliot, de Proust a Joyce, de Borges a Paz, de Cortazar a García Márquez), y" fumando y fumando, enojado siempre contra sí mismo o contra el otro o contra el mundo…" La distancia de Chile y su lucidez de sismógrafo le permitieron a este destacado escritor chileno, ser el irreverente y el iconoclasta que fue en relación con las gentes y la literatura de su país natal, y de otras literaturas y latitudes. No muchos se salvaban de la guillotina verbal o escrita, del gesto iracundo o irónico de Roberto Bolaño. Este libro-testimonio, en su pluralidad de tiempo, memoria y época, es un homenaje fraternal, y literario a un Roberto Bolaño que conoció el autor en su “muchachez” y que, en sus palabras, sigue " admirativamente conociendo a pesar de su inquietante y desafiante frase: En el centro del texto está la lepra”.