La Folie Baudelaire

Si una confesión suya debe ser entendida literalmente, y con todas sus consecuencias, es aquella que se declara en una frase de Mon cœur mis à nu: «Glorificar el culto de las imágenes (mi grande, mi única, mi primitiva pasión).»

Si una confesión suya debe ser entendida literalmente, y con todas sus consecuencias, es aquella que se declara en una frase de Mon cœur mis à nu: «Glorificar el culto de las imágenes (mi grande, mi única, mi primitiva pasión).»

«En voz baja, ahora conversa con cada uno de nosotros», escribe Gide en su introducción a Les Fleurs du mal de 1917.

Hay algo en Baudelaire (como más tarde en Nietzsche) tan íntimo como para anidar en esa selva que es la psique de cualquiera, sin volver a salir.

En ésta permanece un oscuro fondo animal, como si, llegado a su ápice, el arte encontrase algo de lo bello de la naturaleza, pero velado por una película opaca, impenetrable, refractaria a la inteligencia.

Tanto en uno como en otro la palabra mantiene siempre una carga de misterio, casi de arcano cósmico.

ese color rosáceo formaba un singular contraste con las montañas que eran azules como los pantalones más oscuros».

Baudelaire da prioridad a la desmesura incongruente de lo existente.

Eran acercamientos de sensaciones, sintagmas, fantasmas, palabras sueltas, sentimientos, ideas, que se alejaban de los trazados habituales, pero sin modificar demasiado la forma.

Es su modo de proteger los secretos, no ocultándolos detrás de barreras esotéricas, sino, al contrario, arrojándolas en un ambiente promiscuo, en el que fácilmente puedan perderse, como un rostro en la multitud de la gran ciudad, volviendo así a pulular en su vida inadvertida y radiante.