Crónicas mexicanas

único derecho se reduce a elegir, entre lo malo, lo menos peor.

sino cataclismos morales de donde la gente saldría sin autoestima, a un paso de la desintegración mental

El país no se repone de ningún colapso y se hunde, como la Ciudad de México, unos centímetros cada año

el pecado capital de nuestra época: el egoísmo disimulado que nos incita a reclamar la atención del prójimo con el secreto fin de anularlo.

No hay un templo en el mundo donde cemento, madera, hierro, luces, tecnología y alucinación se combinen con las ideas geometristas, para dar la sensación exacta de un estadio, de un centro comercial, de un anfiteatro donde las reglas del gran arte religioso son trucadas por la rapaz comercialización de la ideología.

Algunos observadores no se explican por qué la mayor parte de conflictos entre padres e hijos en Telenovelandia, no es el reclamo que los hijos debieran hacerle a los padres por los nombres que les pusieron... Y los padres con los abuelos por los apellidos que les heredaron.

Se ha observado que la música los paraliza.

Los habitantes de Telenovelandia hablan un español demorado e ignoto. En lugar de decir “Ya me voy”, dicen, por ejemplo, “He de marcharme”.

—Esa es la función del recuerdo: traer las cosas del pasado y acercarlas a nosotros como si acabaran de suceder; así, somos felices o desdichados por asuntos que sucedieron hace mucho tiempo, que se han ido para siempre.

La vida a veces se parece a la política, razón por la cual, el entusiasmo puede convertirse en instrumento de la intolerancia.

En otros países es obligatorio sacar a los perros con correa, pero en México amamos tanto a los animales que hacemos todo lo posible por imitarlos. Huevona y despreocupada, la gente tapa el pozo cuando ya se ahogó el niño y cree que un perro sólo es temible cuando cobra su primera víctima.