Un organismo vivo de dimensiones planetarias, como Solaris, de más de 15 000 kilómetros de diámetro, podría tener problemas para responder de forma efectiva y rápida a estímulos externos. Recordemos que cuando, por ejemplo, sufrimos un dolor punzante en un dedo, por habernos pinchado con una aguja, las fibras nerviosas de nuestro cuerpo transmiten esa sensación al cerebro, que da la correspondiente orden de retirar la mano de forma casi instantánea. Las velocidades de conducción dependen del tipo de fibras nerviosas y se hallan comprendidas entre 0,5 y 120 metros por segundo. Siempre y cuando esas velocidades fueran aplicables, y en el mejor de los casos, un estímulo perceptible por un ente como Solaris —¡evidentemente, no un pinchazo de aguja!— en un punto de su superficie esférica tardaría en llegar al centro del planeta... —¿su centro neurálgico?— ¡algo más de 17 horas! La capacidad de respuesta de tamaño organismo se vería, pues, muy limitada. Claro que estamos pensando en términos humanos, y para un ser alienígena de esas dimensiones tales parámetros, como bien plantea el filme, podrían muy bien no ser válidos. A fin de cuentas, Solaris debe ser visto más como una metáfora que como un ente real