violencia de género, igual que en muchos otros países donde vuelve a surgir el movimiento feminista. Es una gran revolución, un cambio enorme. Igual de importante, no obstante, parece ser la cuestión de los cuidados. La feminista española Nuria Varela lo ve de la siguiente manera:
La crisis de los cuidados es la más importante que tenemos sobre la mesa porque hace que el sistema sea insostenible. Hay que cambiar el análisis. Los grandes economistas, los políticos siguen sin ver que el gran agujero negro son los cuidados. Se pretende que las mujeres se incorporen al mercado laboral en las mismas condiciones en las que se incorporaron los hombres y que nadie cuide. Eso no es sostenible. […] Lo más importante para los cuidados es que haya más hombres en las casas, no tanto más mujeres en los puestos de poder. Nosotras hemos salido pero ellos no han entrado. El PIB en Europa, por ejemplo, contabiliza la prostitución y no los cuidados. ¿Quién ha decidido eso?4
Exactamente, ¿quién lo ha decidido? ¿Y cuál es el resultado de la retirada del Estado del ámbito de los cuidados cuando los hombres se niegan a entrar en esos lares y la mayoría de las mujeres trabaja profesionalmente? Una frustración gigantesca. Un agotamiento terrible. Un sinfín de niños descuidados (o, al menos, necesitados de cariño). Y, por último, la ira. No solo de las mujeres. Ira generalizada. La crisis de los cuidados con la que tuvieron que lidiar las sociedades occidentales en la primera década del siglo xxi es producto de la política neoliberal que de una manera indiscutible contribuyó a la llegada de la ola de populismo de derechas. Sí, sí, lo sé, la crisis bancaria y la crisis de los refugiados, que también contribuyeron a reforzar las fuerzas reactivas, han motivado que los chovinismos nacionales, e incluso el racismo abierto, hayan vuelto a la circulación. Pero igual de importante es la crisis de los cuidados y la narrativa conservadora sobre el género como respuesta a esta crisis. La gente está cansada y asustada. Las banalidades sobre el papel tradicional de la mujer son, en el fondo, una promesa de que todo estará bien porque mamá volverá a casa. Es, desde luego, un gran disparate. Las mujeres ya no volverán a casa.