Rosario Castellanos

Los convidados de agosto

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  • Diana Riverahar citeretfor 2 måneder siden
    Porque su pecado más rebelde era la curiosidad y estaba poseída por un celo amargo.
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    Consciente ya de lo que su conducta significaba de desafío al pueblo entero de Comitán, irguió la cabeza y sus ojos vidriaron de orgullo. ¿No la habían sentenciado ya todos —por boca de Ester— al aislamiento?
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    para qué pensar en el fin de lo que nunca tuvo principio? Las figuras de este ensueño fueron perdiendo, poco a poco, su color
    y su viveza, igual que los pétalos marchitos entre las páginas de un libro.
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    Ella también llegaría a la vejez, pero sin haber estrechado entre sus brazos más que fantasmas, sin haber llevado en sus entrañas más que deseos y sobre su pecho la pesadumbre, no de un cuerpo amado, sino de una ansia insatisfecha.
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    ¿Por qué ese afán de arrojarla del paraíso de sus recuerdos felices a este presente hostil?
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    Porque Emelina aprendió muy pronto que la torpeza propia es más fuerte que las exigencias de los demás. Se cansan de ordenar, de corregir, de rehacer. Prefieren llevar la carga que arriar el burro.
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    Pobre Ester! Creyó que ser útil le haría cosechar elogios y no trabajos.
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    su peor enemigo, del Gobierno, que la había despojado de las propiedades que iba a heredar, que pisoteó sus derechos, que le quitó sus privilegios
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    Cómo va a dejar huellas el tiempo si no nos ha tocado? Porque esperar (y ella no había hecho en su vida más que esperar) es permanecer al margen. ¡Cuántas veces había envidiado a las otras, a las que se lanzaban a la corriente y se dejaban arrastrar por ella! Su abstención debía tener recompensa.
  • Metzly Rivashar citeretfor 2 år siden
    confesor le había prohibido que espiara por las cerraduras, que escuchara las conversaciones, que irrumpiera repentinamente en los cuartos ajenos. Porque su pecado más rebelde era la curiosidad y estaba poseída por un celo amargo.
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