Diferentes razones tiene la muerte

Ambicioso y altivo, dejaba para después, para cuando tuviera el dinero suficiente, el propósito de vivir su vida.

Enjugó sus lágrimas y trató de rehacerse. Recordó lo que frecuentemente leía en el Para Ti y en La Familia acerca de que depende de las esposas que sus maridos las quieran. Esas mujeres que escriben así deben saber lo que dicen.

Abel, con sus hermanas siempre a cuestas, había abandonado la señorial Morelia para buscar un empleo en la capital, y allí estaba, desde hacía años, convertido en una triste unidad biológica más de la colmena burocrática; precisando, del panal de la Secretaría de Hacienda.

El agrarismo había privado a la familia de la única hacienda que poseían en tierras michoacanas.

El sol, dueño y señor de esas regiones floridas y Injuriantes, fue amortiguando sus fulgores.

ada raro sería que esa... tuviera un fin como el de su marido. Su verdadero marido, ¡el asesinado!
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Adela, histérica y frívola, atormentada por un recuerdo de su juventud, oscilaba siempre entre el agradecimiento y el desprecio hacia su marido.

Y así sucesivamente. El joven abogado jamás quería convencerse de que los asuntos listados para el lunes ocupaban en la práctica uno o dos días más; se obstinaba en acumularlos de una vez, y el resultado era que, a la mitad del primer día de la semana, se encontraba invariablemente de mal humor.

En realidad, yo no tengo ningún mérito. Es tan solo cuestión de observar y deducir. Todo criminal, por hábil que sea, comete algún error que echa por tierra el edificio casi perfecto de su coartada.

No sé si hablo por todos, pero, como lectora, prefiero los libros que me retan y me llevan al límite.