Jennifer L. Armentrout

Un reino de carne y fuego

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  • Wale Godoyhar citeretsidste år
    Eres una criaturita absolutamente asombrosa y violenta
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —Te lo perdiste —intervino Jasper, mientras mis sentidos percibían la incredulidad y la preocupación que irradiaban de Alastir. Lo cual no era ninguna sorpresa. Él había querido que esperáramos hasta que Casteel hablara con sus padres—. El día se convirtió en noche al final de la ceremonia. Nyktos dio su aprobación.

    Alastir parpadeó como si eso no se lo hubiera esperado.

    —Vaya, eso es… es una buena noticia. Quizás sea de ayuda cuando se lo comuniquéis al rey y a la reina, pero tengo que hablar contigo, Casteel, en privado.

    —Todo lo que tengas que decirme puedes decirlo delante de mi mujer —repuso Casteel, y mi estómago ya inestable dio una voltereta.
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —¡Poppy! —La voz fue una sorpresa, el fogonazo de un relámpago, y mis ojos se abrieron.

    La neblina se había condensado delante de mí, una masa aplastante y giratoria. Unas motas de oro parpadeaban como si se encendieran y apagaran dentro de ella.

    —No vayas más allá —susurró la voz, una voz tan pura que era casi insoportable de oír—. Lo que buscas no lo vas a encontrar aquí.

    —Para. —La neblina se solidificó, cobró forma y se volvió más dorada. Era alta. Ella era alta. Abundantes ondas de pelo entrelazadas, del color del fuego. Una cara borrosa. Pero unos ojos del color de la plata fundida ardían a través de la neblina. A través de mí—. Ve a casa. Toma lo que es tuyo y encontrarás ahí lo que buscas. La verdad. Ve a casa.

    —¿Quién eres? —susurré—. ¿Quién…?

    Un brazo me agarró por la cintura sin previo aviso y tiró de mí hacia atrás contra un pecho duro y caliente. Noté un olor a pino y especias oscuras cuando me quitaron los pies de debajo del cuerpo y los dos caímos al suelo cual fardos.

    —Poppy. Dios. Poppy. —Casteel me dio la vuelta en su regazo, palpó mi cara con una mano. Estaba jadeando, su pecho subía y bajaba a toda velocidad mientras zarcillos de neblina se deslizaban por su rostro demasiado pálido—. Por todos los dioses, Poppy, ¿qué diablos estabas haciendo?

    —Yo… —Miré a mi alrededor, pero no vi nada más que la espesa neblina y a Kieran de pie por encima de nosotros, la vista clavada detrás de mí y la respiración igual de trabajosa que la de Casteel. Me invadió la confusión.

    —¿Qué diablos estabas haciendo? —exigió saber Casteel otra vez. Me dio una ligera sacudida. Su respiración estaba acelerada y formaba nubecillas rápidas entre la bruma—. Podías haberte… te hubieses roto, Poppy. Roto y destrozado de un modo que nunca hubiese podido reparar.

    No entendía de qué hablaba, pero tenía un aspecto… un aspecto que no le había visto jamás. Aterrorizado. Los ojos muy abiertos y luminosos, incluso entre la neblina, los planos y ángulos de su cara muy marcados.

    Me agarró las mejillas con sus manos enguantadas.

    —Te dije que no te alejaras.

    —Yo… no lo hice —le dije—. Estaba durmiendo… estaba soñando. Oí… oí a mi padre llamar mi nombre…

    —Condenada neblina —gruñó Kieran, agitando una mano furioso entre el espeso blanco.
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —Preciosa. Quiero que lo sepas. Eres preciosa. Cada centímetro de ti.
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    Me llevé las manos a la boca, casi deseando que no continuara.

    —Uno de los Ascendidos vino a por nosotros, nos arrinconó y… me lo contó todo. Se burló de mí por ello. Habían capturado a Shea cuando ella y Malik se habían separado para buscarme. Los Ascendidos iban a matarla y ella les dijo quién venía con ella. Entregó a mi hermano a cambio de su vida.

    —Oh, Dios —susurré. Se me rompió el corazón cuando su dolor se estiró hacia mí y se mezcló con el mío propio.

    —Creían que ella me iba a dejar atrás. Era lo que habían acordado. Un dos por uno especial. —Se rio, pero fue un sonido áspero—. No estaban preparados para que Malik opusiera tanta resistencia. Así es como me sacó Shea. No le creí al Ascendido. Intenté protegerla… y entonces ella intentó negociar otra vez. Mi vida a cambio de la suya. Y… una vez que mi mente consiguió discernir algo entre el embotamiento y el hambre, y fui consciente de que ella era la razón de que tuvieran a mi hermano en lugar de a mí, y que me entregaría a ellos otra vez, perdí la cabeza. Maté al Ascendido. La maté a ella. Con mis propias manos. Ni siquiera sé si fue el pánico lo que motivó sus acciones. Debió ser eso. No era mala persona, pero no podía ser amor.

    —No, no podía serlo —convine—. Sé que no tengo experiencia, pero si quieres a alguien, jamás podrías hacerle eso. Siento tener que decirlo. Ni siquiera la conocí, pero solo sé que jamás podrías hacerle algo así a alguien a quien quieres.

    —No. Tú no podrías. Eso lo tengo claro. —Agachó la cabeza—. Creo que sí me quiso en algún momento. ¿Por qué si no querría seguir buscándome? O tal vez creyera que era lo que se esperaba de ella. No lo sé. Pero yo hubiese elegido la muerte si eso significaba salvar a la persona que amaba. —Se pasó una mano por la cara, de espaldas a mí—. Intenté encontrar a Malik después de… después de eso. Pero me perdí entre tanto túnel. Al final, no sé cómo, acabé en la playa y tuve la inmensa suerte de que un hombre me encontrara.

    Bajó las manos.

    —Así que esa es la razón de que no hable de ella. Por eso no pronuncio su nombre, porque por mucho que la quisiera antes, ahora la odio. Y odio lo que hice.

    Me estremecí, incapaz de encontrar palabras… porque no las había.

    —Alastir no lo sabe. —Se giró hacia mí—. Solo Kieran y mi hermano saben la verdad. Alastir no puede enterarse nunca de que su hija traicionó a Malik, a nuestro reino. No es que esté intentando protegerme yo. Podría lidiar con él si se entera de que su hija murió a mis manos, pero enterarse de la verdad de lo que ella hizo lo mataría.

    shea x2

  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —Cre… crecimos juntos. Shea y yo. Nuestras familias tenían muy buena relación, como es obvio, y al principio éramos amigos. De algún modo, en algún momento, se convirtió en algo más. Ni siquiera sé cómo ni cuándo, pero la quería. Al menos, creo que eso es lo que sentía. Era valiente y lista. Salvaje. Pensé que pasaría mi vida entera con ella. Pero luego me capturaron y ella vino a por mí.

    Se me cayó el alma a los pies, y luego aún más abajo cuando se movió de repente y se levantó de la cama.

    —Ni siquiera sé cuántas veces vinieron ella y Malik a buscarme. Debieron de ser docenas y, ¿sabes?, ellos nunca se dieron por vencidos con respecto a mí. Creían que estaba vivo. Durante todos esos años, siguieron buscándome. —Se pasó una mano por el pelo—. Y entonces me encontraron. Apenas los reconocí cuando aparecieron delante de mi celda. Creí que estaba alucinando, que me estaba imaginando que mi hermano y Shea estaban ahí, que me llevaban casi en brazos fuera de las mazmorras y hasta los túneles. Estaba mal. Hacía tiempo que no me alimentaba. Débil. Desorientado. Ni siquiera sé cuándo aparecieron los dos Ascendidos exactamente, pero de repente estaban ahí como si nos hubiesen estado esperando. Y así era.

    Me deslicé hasta el borde de la cama mientras él iba hacia las puertas de la terraza.

    —¿A qué te refieres?

    —Me refiero a que sabían que me iban a liberar ese día. Sabían que mi hermano, el verdadero heredero, estaría ahí. Un atlantiano mayor y más fuerte que yo, e iba a estar a su alcance.

    Empecé a darme cuenta de lo que había sucedido. Y no quería que fuera verdad. Oh, por todos los dioses, no.

    —Hubo una pelea y todo lo que recuerdo fue a Shea que me arrastraba lejos de la refriega… lejos de Malik, por el laberinto de túneles. —Soltó un suspiro ronco—. No hacía más que decir que lo sentía. Que no tenía elección.

    shea

  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —Lo estoy —reconocí—. Estoy preocupada por ti. —Casteel me miró pasmado, y no tuve que abrir mis sentidos para saber lo mucho que le había sorprendido mi respuesta—. Van a llegar pronto. Los Ascendidos podrían estar aquí esta noche. Necesitas dormir. Para estar descansado. —Hice una pausa—. Y también, tal vez, dejar de mirarme.

    —Yo… —Parpadeó, y entonces su cuerpo se relajó una vez más—. Descansaré. Los dos lo haremos. Pero necesito… necesitamos terminar nuestra conversación. No puedo esperar. —Sus ojos volvieron a los míos—. Ya no.
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —¿Cuántos kilómetros has corrido? —pregunté—. Con una herida que lo más probable es que perforara un pulmón. Hiciste más de lo que muchos podrían soñar con hacer jamás.

    Delano me miró a los ojos.

    —Y tú me curaste solo rozándome con los dedos.

    —Y no fue ni de lejos tan difícil ni tan impresionante como lo que has hecho tú.

    Las mejillas de Delano se sonrojaron.

    —Lo que dice es cierto —aportó Casteel—. Y eres la primera persona en impresionarla jamás. Estoy celoso. —Puse los ojos en blanco. Casteel le dio otro apretoncito en el hombro
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —Uno de ellos nos vio cuando nos alejábamos del campamento. Flechas. Eso es lo que me hirió a mí. A Dante.

    —¿Murió? —preguntó Casteel. Delano asintió, la vista clavada en el plato.

    —Le dieron en la cabeza.

    Alastir maldijo y volvió a levantarse.

    —Dante no sabía cuándo callarse. —Dio media vuelta y agarró el respaldo de su silla—. Pero era un buen hombre. Honorable.

    —Lo sé. —Un músculo se marcó en la mandíbula de Casteel.

    —No pude parar para curarme —explicó Delano—. En cuanto la flecha me dio y vi que Dante estaba muerto, eché a correr. Hubiese llegado aquí antes, pero estaba cada vez más débil.
  • Lilen Altamiranohar citeretsidste måned
    —Uno de ellos nos vio cuando nos alejábamos del campamento. Flechas. Eso es lo que me hirió a mí. A Dante.

    —¿Murió? —preguntó Casteel. Delano asintió, la vista clavada en el plato.

    —Le dieron en la cabeza.

    Alastir maldijo y volvió a levantarse.

    —Dante no sabía cuándo callarse. —Dio media vuelta y agarró el respaldo de su silla—. Pero era un buen hombre. Honorable.

    —Lo sé. —Un músculo se marcó en la mandíbula de Casteel.

    —No pude parar para curarme —explicó Delano—. En cuanto la flecha me dio y vi que Dante estaba muerto, eché a correr. Hubiese llegado aquí antes, pero estaba cada vez más débil.
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