Cuando ella coge un libro no sólo lo lee, sino que lo mira. Lo que ve aporta sentido al texto: la tipografía, el tamaño de la letra, el interlineado. Una línea trazada en un papel le cuenta toda una historia: recta o curva. Firme y centrada. En un margen. Gruesa o fina. Nítida o borrosa. Y su color. No transmite lo mismo una línea rosa que una amarilla o morada. Por eso ella se hizo ilustradora. Porque no entiende otro lenguaje. Mirar. Aún hoy, para comprender una palabra tiene que cerrar los ojos un instante y verla dibujada, a color, en el interior oscuro de su cabeza.