—¿Tienes fiebre?
—Estoy bien —dijo él, cogiéndola en sus brazos—. Mejor que bien.
—¡Gareth! —exclamó ella, tratando de escabullirse de sus brazos cuando él se inclinó para besarla—. ¿Estás loco? Estamos en medio de la calle y es…
Él la interrumpió con un beso.
—Es pasada la medianoche —farfulló ella.
Él sonrió con su sonrisa pícara.
—Pero nos vamos a casar la semana que viene, ¿recuerdas?
—Sí, pero…
—Y hablando de eso…
Hyacinth lo miró boquiabierta cuando él hincó una rodilla en el suelo.
—¿Qué haces? —chilló, mirando nerviosa a uno y otro lado de la calle. Seguro que lord Saint Clair los estaba observando, y a saber quién más—. Nos verá alguien —susurró.
—Van a decir que estamos enamorados —dijo él, sin la menor preocupación.
—Esto…
¡Santo cielo!, ¿cómo puede discutir eso una mujer?
—Hyacinth Bridgerton —dijo él, cogiéndole la mano—, ¿quieres casarte conmigo?
Ella pestañeó, desconcertada.
—Ya te dije que sí.