Sí, la vida es un constante juego de azar en el que unos ganan y otros pierden. Todo indicaba que a Rosaleen, sobre todo, y a su David, por ser hermano suyo, les había tocado ganar. Al haber fallecido Gordon Cloade sin dejar testamento, su viuda, Rosaleen, resultaba heredera universal de la fortuna del difunto, en perjuicio de los parientes del mismo, los perdedores. Un problema, sin embargo, surge frente a la muchacha: Rosaleen había enviudado antes de un primer esposo, oficialmente muerto pero que, de pronto, aparece vivo y coleando.