El bien en su estado puro pronto se torna insípido y requiere, entonces, variedad y fuerza. El dolor es agridulce y nunca sacia. El amor se vuelve, con la ayuda de un poco de indulgencia, indiferente o desagradable. Sólo el odio es inmortal. ¿No vemos este principio actuar en todas partes? Los animales se atormentan y fustigan unos a otros sin piedad; los niños matan moscas por recreo; toda la gente lee con mofa sobre accidentes y delitos en los periódicos; y el colmo: el pueblo entero corre a presenciar un incendio y, como espectadores, el consuelo no les llega si la desgracia se acaba, aunque sería lo mejor, pues entonces se apaga con el evento el interés. Nuestros sentimientos tienen más que ver con nuestras pasiones que con nuestra comprensión. Las multitudes se reunen con mucho entusiasmo para presenciar una tragedia; y si hubiera una ejecución llevándose a cabo una cuadra más allá, como observa el Sr. Burke, el teatro se quedaría vacío.