«Las palabras encierran nuestra voluntad, las palabras somos nosotros, las palabras son el poder». A diferencia de los demás habitantes de la casa de baños, Chihiro no se corrompe ni se ciega por la avaricia, pues está sustentada por el refugio de su identidad y sus valores propios. Sin embargo, todos aquellos cuyos nombres han sido robados por Yubāba parecen perder rasgos de su personalidad y voluntad para consumirse en una codicia innecesaria e insaciable.