Cuando Harold Ross, el fundador de The New Yorker, le comentó en 1927 al entonces joven colaborador James Thurber que todo el mundo creía dominar el uso de la lengua pero que en realidad nadie sabía hacerlo, no podía imaginarse que estaba ante un escritor que iba a convertirse, al lado de nombres como Dorothy Parker o Truman Capote, en uno de los autores de referencia de la mítica revista neoyorkina. Observador milimétrico y narrador incansable, los relatos de Thurber nos divierten, nos arrastran, nos abren un claro de cielo por el que entrevemos, más allá de la ironía, las frustraciones del hombre moderno. La vida secreta de Walter Mitty, el más célebre de sus relatos que da título a nuestra selección, sirvió incluso para bautizar como «síndrome de Walter Mitty» la tendencia compulsiva a fantasear con la que algunos hombres escapan —a su modo heroicamente— de la rígida y anodina cotidianidad de lo que convenimos en llamar «una vida normal».