Capital e ideología

En general, la clave es que la desigualdad contemporánea viene determinada por el sistema de fronteras, de nacionalidades y de derechos sociales y políticos asociados.

La desigualdad moderna se caracteriza por un conjunto de prácticas discriminatorias entre estatus sociales y orígenes étnicoreligiosos que se ejercen con una violencia mal descrita en el cuento de hadas meritocrático. Esta violencia nos acerca a las formas más brutales de la desigualdad, de las que decimos querer apartarnos.

El discurso meritocrático y empresarial es, a menudo, una cómoda manera de justificar cualquier nivel de desigualdad por parte de los ganadores del sistema económico actual, sin siquiera tener que someterlo a examen, así como de estigmatizar a los perdedores por su falta de méritos, de talento y de diligencia.

En las sociedades contemporáneas, el relato dominante es fundamentalmente el propietarista, empresarial y meritocrático: la desigualdad moderna es justa, puesto que se deriva de un proceso libremente elegido en el que todos tenemos las mismas posibilidades de acceder al mercado y a la propiedad. Todos obtenemos un beneficio espontáneo de la acumulación de riqueza de los más ricos, que son también los más emprendedores, los que más lo merecen y los más útiles. Esto nos situaría en las antípodas de la desigualdad existente en las sociedades antiguas, que estaba basada en las diferencias entre clases sociales, decididas de manera rígida, arbitraria y, a menudo, despótica.

equilibrio entre potencias, el patrón oro, el Estado liberal y el mercado autorregulado.

Por ejemplo, el sufragio universal masculino se introdujo en el Reino Unido, Dinamarca y los Países Bajos en 1918, y en Suecia, Italia y Bélgica en 1919.

pero sin debatir abiertamente sobre cuál es la mejor forma de distribuir el esfuerzo entre unos y otros, y prefiere confiarse al capricho de los precios y la especulación.

Para ir más lejos, ahora debemos analizar el modo en el que los acontecimientos y las ideologías del siglo XX transformaron de manera radical la estructura de las

este libro fundador del liberalismo económico, Smith aconsejaba a los gobiernos la adopción de impuestos bajos y de presupuestos equilibrados (ninguna o poca deuda pública), el respeto absoluto del derecho de propiedad y el desarrollo de mercados laborales y de bienes tan unificados y competitivos como fuera posible.

CUANDO EL ESTADO NO HACÍA “VIGILANCIA NOCTURNA”: LOS DOS GRAN