La ternura

Se saludan con un abrazo tentativo y Naima cree que él también piensa que pasaron del apretón de manos al abrazo sin pasar por los dos besos, lo cual es bonito y quizás una rareza que describe bien su relación.

Le gustaría hacer entender a los adultos que la rodean que le cuesta mantener el interés por los demás jóvenes, que tanto aquí como en la ciudad no se siente apta para el momento vital que le toca y que se siente irremediablemente atraída por la acumulación de experiencias de los otros; cuantas más experiencias, cuanto más lejanas e inverosímiles, mejor

La cosa es que la intimidad está ahí. Existe y crece. Y no sé qué hacer con ella

A veces pasa eso, ¿no? Que una deja de leer porque tiene que vivir.

Piensa ahora que esos gestos idénticos solo pueden ser fruto de la convivencia y el cariño; de la irremediable fusión con un otro al que se quiere.

Estos momentos en los que la vulnerabilidad del hombre se hace evidente son para ella una especie de ancla, algo que impide que se mueva, que la obliga a permanecer en un lugar que sabe transitorio y fugaz.

Siempre se les ha dado bien ese baile particular de silencios y escuchas, es quizás la huella más evidente del afecto que se tienen.

Naima sabe que él piensa en cómo a veces la juventud es un foco único, en cómo, al contrario de lo que se suele decir, permite u obliga a las personas a centrarse en un único punto, algo que absorbe y acapara tu atención, que te hace dejar a un lado el resto de pensamientos cotidianos.

Debajo del chorro caliente y con la luz filtrada por la cortina de la ducha no le resulta tan difícil aceptar que su cuerpo es su cuerpo y que existe también para la atención de los otros.

Debajo del chorro caliente y con la luz filtrada por la cortina de la ducha no le resulta tan difícil aceptar que su cuerpo es su cuerpo y que existe también para la atención de los otros.