Ahora, la boca. Por cierto, maestro, tal vez le moleste que le describa a la muchacha con palabras tan mediocres, repasando la cara milímetro a milímetro. Sin embargo, no puedo evitar detallar los rasgos de su rostro lo más minuciosamente posible. Quiero que sepa con exactitud cómo era Fumiko. Tenga esto en cuenta y aguante un poco más, se lo ruego, aunque lo importune. Bien, la boca era menuda y linda, encajada en la mandíbula, que vista de perfil parecía un huevo, y lo más bonito era el labio inferior algo saliente, típico de las bellezas de la antigua Edo. Sin duda alguna, si el labio inferior hubiera estado metido hacia dentro, la cara habría sido más rígida y habría perdido su lisonjera atracción, perspicacia e inteligencia. Digo «inteligencia» porque sus grandes ojos mostraban agudeza y las pupilas negras residían brillantes