«Origin is your original sin», ha escrito el poeta A. R. Ammons, «el origen es tu pecado original», unos versos que parecen dedicados a la abuela Clemencia y también a mi abuela Paulina, que se toma el trabajo de poner aquel relato por escrito en su cuaderno para conjurar ese pecado, para romper con algo que se sentía como una maldición familiar –el bastardaje, los hijos naturales, sin acceso a las herencias, sin derechos territoriales, sin educación, cosas que se repitieron con precisión mecánica en las siguientes generaciones–, y en últimas, pienso ahora, para darme a elegir mi linaje, nuestro doble linaje, una línea discontinua y orgullosamente quebrada, a ratos fantasmal.