Me preocupa que las nuevas lectoras de este libro se vean a sí mismas sobre todo como las silenciadas y no como las silenciadoras, que se nieguen a reconocer sus propios prejuicios inconscientes y la forma que toman, como por ejemplo dar la espalda a una autora o a un autor caribeño por resultar demasiado local y no lo suficientemente universal, o negarse a leer a un escritor o escritora queer porque «a mí no me van esas cosas, ¿sabes?»