A veces, mientras cocina, Ana fantasea con explosiones. Una pérdida de gas que nadie detectó a tiempo, la estructura de esa casa vieja que al fin cede, tantas construcciones nuevas en el barrio abriendo huecos en la tierra y un día zas. Ramiro y ella bajo los escombros. Qué es lo que tiene que pasar para que una pareja implosione. Está la puñalada de la traición, la amante afilada que desgarra órganos y abre una herida que a la larga se infecta y envenena, pero también, piensa Ana, está la muerte lenta del amor. Este tipo de agonía geronte con discapacidades nuevas, incluso a veces sorpresiva. Un día volvés de una fiesta de disfraces y el otro no se puede sacar más el traje, se convirtió para siempre en un mono, Frankenstein, una heladera, un presidente bruto que se mueve por la casa como si fuese el rey. Después, es un arte oriental concentrarse en los detalles, fijar la atención a lo que permanece reconocible, rasgos adultos en un bebé, cuando desayuna mirarle entre las cejas y no a la boca, dormir en habitaciones separadas, evitar el sexo, viajes en auto con silencio telepático