El derrumbe de los ídolos. Crónicas de la ciudad

1878 Alfred Westrup tendiera la primera línea telefónica en la Ciudad de México

Gabriel Veyre y Claude Ferdinand Von Bernard hicieron la primera exhibición pública del cinematógrafo. Esos hombres del crepúsculo porfiriano habían visto nacer, hacía un cuarto de siglo, un mundo repentino sobre la pantalla: olas, trenes y desfile de tropas

En un mundo sin antibióticos, los médicos recetaban tratamientos inútiles a base de quinina. Prescribían bicarbonato y ácido acetilsalicílico, una combinación que no hacía sino paliar el malestar de los enfermos, y que varios lustros más tarde inspiró a Maurice Teneer la creación del Alka-Seltzer.

un colaborador de El Demócrata cronicó el instante:

La cantera ennegrecida del Ayuntamiento era un espejo roto en el que la ciudad miraba su futuro improbable.

Había llegado el momento de sacarle agua a las piedras

La higiene no era el hábito mejor de los capitalinos: muchos destinaban el domingo a su aseo personal y pasaban el resto de la semana dándose rápidos baños de gato.

Nunca antes se había dado de manera tan tajante la separación entre los espacios de lo público y lo privado

primer café de México fue instalado en la calle de Tacuba, la más antigua del continente.

primeras flores de cafetal llegaron a México a principios de 1790.