Excelentes y honorables princesas de Francia y de todos los países, vosotras, damas, doncellas, mujeres de todas las condiciones que amasteis o amáis y seguiréis amando el bien y la sabiduría, las que habéis muerto, las que vivís todavía y las que vendréis en el futuro, alegraos todas, disfrutad de esta nueva Ciudad, que ya está casi toda levantada, construidos sus harmoniosos edificios y reunidas ya quienes en ella vivirán.
»Dad gracias a Dios, que me ha guiado por el largo y trabajoso camino del estudio. Yo he querido construir para vosotras un refugio de altas murallas para proteger vuestro honor, una fuerte ciudadela que os albergará hasta el fin de los tiempos. Hasta aquí he llegado con la esperanza de terminar mi obra con la ayuda de Justicia, que me prometió su apoyo hasta tener acabada y rematada nuestra Ciudad. Rezad por mí para que así sea, muy admiradas damas mías