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María Grañén

Xolita en el Templo Mayor

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    jóvenes inquietos, valientes y deportistas se preparaban para ser guerreros águilas o guerreros jaguar. La disciplina ahí era muy estricta, debían ser profundamente religiosos y salían a combatir en la guerra.
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    entre los jóvenes mexicas había a quienes les gustaba la historia y otros que eran inquietos. Los primeros se convertían en tlacuilos, o sea, aprendían a escribir, pero no con el alfabeto, A, B, C, D, etc., sino que pintaban con dibujos la historia de los mexicas, los calendarios y los asuntos administrativos. Ixtlil se refirió a ellos así: “Son camino, guía veraz para otros”.
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    —El Templo Mayor es el lugar más importante para los mexicas, ahí se adora a Tlaloc, el dios de la lluvia, y también a Huitzilopochtli, el dios del sol y la guerra.
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    Nezahualcoyotl, quien también era poeta y que había muerto hacía varios años. Mi mamá abrió los ojos y se levantó entusiasmada, dijo que había escuchado hablar de él: había sido un gobernante tan importante que después de tantos años todavía se le recordaba. Él amaba la belleza de la naturaleza y las palabras, y aparte de ser un artista, también era arquitecto.
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    paso del tiempo. Me dijo que esas trece vueltas que yo había contado, multiplicadas por los cuatro voladores completaban los cincuenta y dos ciclos, un número muy importante para los mexicas, pues eran los años en que se conjuntaban el calendario religioso y el civil.
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    mamá, con toda la paciencia, me explicó que aquella danza era un ritual que simbolizaba el
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    Mira, qué elegancia!: esa mujer de allá es nahua; aquella con huipil rojo es de la Huasteca; la de allá, con su enredo con tinta púrpura de caracol es de la Mixteca de la Costa y esos señores —me señaló— vienen de Occidente… y los de allá son mayas.
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    cosecha se veía deliciosa y los chinamperos nos ofrecieron un taco de maíz revuelto con frijoles, hongos y encima una pequeña rana asada, iba acompañado de una salsita de acociles, que es una pequeña langosta de agua dulce. Debo confesar que, un poco asqueada por la rana, me lo comí y, la verdad, estaba sabroso.
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    remero nos explicó que para construir una chinampa debían colocarse hileras de troncos en el agua formando un rectángulo que luego se rellenaría con tierra. Así era como los mexicas sembraban maíz, frijol, chile, tomate, calabaza y otras hierbas, como quelites y amaranto.
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    primer sorbo, me llené de energía, su frescura me hizo más perceptiva y, como una poeta, sentí al tiempo caminar dentro de mí, incluso mi reloj se paró.
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