Sin embargo, todas las tristezas de la soledad, iras, odios, envidias y soberbias, concentradas en una sola experiencia y puestas en un platillo de la balanza, contra el más pequeño momento de alegría sentido por el último en el cielo, no tienen ningún peso que pueda medirse. El mal nunca logra ser tan malo como bueno es el bien. Si todas las miserias del infierno entraran en la consciencia de aquel pájaro pequeñito de color amarillo que está posado en aquel arbusto de allí, desaparecerían sin dejar rastro, como si arrojáramos una gota de tinta en el Gran Océano, comparado con el cual el Océano Pacífico de la tierra es solo una molécula.