Dubravka Ugrešić

Baba Yagá puso un huevo

  • Fernandohar citeretfor 2 år siden
    Las palabras de los diagnósticos médicos eran largas, amenazadoras y «feas»
  • Añita Piñahar citeretfor 6 timer siden
    —¿Llamamos a la vieja bruja? —dice. En sus ojos se nota un brillo sorprendente.
  • Añita Piñahar citeretfor 6 timer siden
    Pupa era no solo por edad, sino también por el tiempo que hacía que se conocían, la amiga más antigua de mi madre.
  • Añita Piñahar citeretfor 6 timer siden
    El problema era la muerte. Si al menos fuera la muerte la que se colara por los tubos, ella se le entregaría con mucho gusto. La muerte no tiene olor. Es la vida la que apesta. ¡La vida es una mierda!
  • Añita Piñahar citeretfor 6 timer siden
    Yo entendía su idioma. En la mayoría de los casos sabía a qué se refería cuando decía eso.
  • Añita Piñahar citeretfor 6 timer siden
    es un ser humano que todavía sabe que «la mejor manera para preparar las judías es en ensalada, y la vejez es una gran desgracia».
  • Añita Piñahar citeretfor 4 dage siden
    Ante la falta habitual de palabras, su voz era lo único que le quedaba.
  • Añita Piñahar citeretfor 13 dage siden
    Al principio son invisibles. Y de repente empiezas a fijarte en ellas. Se arrastran por el mundo como un ejército de ángeles envejecidos. Una se pone frente a ti. Te observa con los ojos abiertos de par en par, con una mirada azul pálido, y formula su ruego en un tono a la vez orgulloso y zalamero. Te pide ayuda, tiene que cruzar la calle, y no se atreve a hacerlo sola, o subir al tranvía, y las rodillas ya no la sujetan, busca una calle y el número de una casa, y ha olvidado sus gafas… Sientes una compasión repentina por este ser senil y, conmovido, realizas una buena obra y el papel de protector te llena de satisfacción. Precisamente aquí, en este instante, hay que pararse, resistir al canto de la sirena; con una gran dosis de voluntad, rebajar la temperatura del propio corazón. Recuerda, las lágrimas de estas señoras no significan lo mismo que las tuyas. Porque, si cedes, si aceptas, si intercambias una palabra de más, caerás bajo su poder. Te deslizarás en un mundo en el que no tenías previsto entrar, porque cada cosa a su tiempo, porque, por Dios, todavía no ha llegado tu hora.
  • Añita Piñahar citeretfor 13 dage siden
    Una de ellas es rechoncha, con un bulto firme en la nuca, parece un bulldog envejecido.
  • Añita Piñahar citeretfor 20 dage siden
    Al principio son invisibles. Y de repente empiezas a fijarte en ellas. Se arrastran por el mundo como un ejército de ángeles envejecidos. Una se pone frente a ti. Te observa con los ojos abiertos de par en par, con una mirada azul pálido, y formula su ruego en un tono a la vez orgulloso y zalamero. Te pide ayuda, tiene que cruzar la calle, y no se atreve a hacerlo sola, o subir al tranvía, y las rodillas ya no la sujetan, busca una calle y el número de una casa, y ha olvidado sus gafas… Sientes una compasión repentina por este ser senil y, conmovido, realizas una buena obra y el papel de protector te llena de satisfacción. Precisamente aquí, en este instante, hay que pararse, resistir al canto de la sirena; con una gran dosis de voluntad, rebajar la temperatura del propio corazón. Recuerda, las lágrimas de estas señoras no significan lo mismo que las tuyas. Porque, si cedes, si aceptas, si intercambias una palabra de más, caerás bajo su poder. Te deslizarás en un mundo en el que no tenías previsto entrar, porque cada cosa a su tiempo, porque, por Dios, todavía no ha llegado tu hora.
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