Serge está convencido de que su destino lo rigen los números. Un día, en Chipre, cambió tres veces de habitación. La primera tenía un número malo, la segunda, dos camas juntas que parecían tumbas, la tercera, un cubrecama marrón-negro imposible de evitar. Cuando Serge sale de una habitación, es imperativo que lo último que vean sus ojos sea un objeto amigo o un color positivo. El negro es negativo. Cuando tropieza con algo negro, debe conjurarlo de inmediato captando dos veces seguidas sin equivocarse algo de color claro. Es agotador. Por no hablar del trastorno ocular