Cartas al hijo

Filosofía para dejar de pensar, escribir para dejar de hablar.

Pero lo que te define interiormente no es lo que tenés claro, sino lo que te pesa, lo que te desgarra.

Al final, no hay nada que pueda sostener, salvo esto: que no somos una tesis, sino una contradicción. Que todos los grandes valores están en tensión. Que la existencia misma es una manta corta.

Al final, no hay nada que pueda sostener, salvo esto: que no somos una tesis, sino una contradicción.

Le dije a mi hijo que servir, ayudar y empatizar son cosas que te hacen mucho más feliz. Pero la verdad es que al que le cuesta servir, ayudar y empatizar con los otros, el que es bastante egoísta la mayor parte de su día, la persona que está todo el tiempo pensando en su deseo, soy yo.

La literatura, la música, el teatro, todo es producto de esa incomodidad. Si estuviéramos cómodos en la vida no haríamos arte, estaríamos simplemente vivos, por ahí, satisfechos.

Quiero que la reflexión me ayude a vivir en el mundo. Que el viaje de la escritura me devuelva a la Tierra más vivo, más despierto y, en lo posible, más feliz.

Para mí, la cultura no es un lugar que se habita, sino una herramienta para habitar el mundo.

El tiempo arregla todo, y la distancia es tiempo hecho tierra.

El viaje que me convoca es el que me abre a lo inesperado, el que cambia mi modo de pensar, el que me saca del loop, el que me pone en ese borde de desconcierto y destruye la repetición incesante de ideas estériles.