tiene aires de mojigata, extraña, callada, seria y sencilla, sentada ahí con las manos juntas y los ojos mirando la alfombra, salvo, por cierto, cuando se dirigen penetrantes a mi cara, como ahora mismo, por ejemplo; y cuando se le pregunta algo o se le hace un comentario que requiere respuesta, suelta usted una réplica contundente que, si no hiriente, por lo menos es brusca. ¿Qué quiere usted decir?