No sé decir: perdí a mi hermano. Aunque sea real mi recuerdo sobre su ubicación exacta: a las afueras de Acapulco, un lugar angosto, agua que se evapora en carretera. En Cuerpo, Azul Ramos construye una elegía filial a Carlitos Callejas anclada en la materialidad de su corporeidad arrebatada y en cómo ésta se ramifica en el territorio del país en el que vivimos: uno que puede desaparecerte en cualquier momento. En este poemario, el lenguaje no alcanza para articular el vacío; no es suficiente para reconocer a quien amas en un cartel con un rostro borroso y señas particulares o en una publicación de Facebook que muestra ropa ensangrentada y una narcomanta. Por ello, la poeta reescribe lo que significa la palabra desaparición; los estragos que este hueco reproduce en su propia carne y en la de los suyos. Su búsqueda la lleva a desmenuzar el pasado, las experiencias compartidas y las posibles maneras de nombrar los cuerpos que ya no están. En estos poemas entrañables y dolientes, la autora subvierte la grandilocuencia característica de la tradición elegiaca. Su enunciación lleva nuestra mirada hacia pequeños gestos: los pensamientos de una madre, el roce de un dedo sobre el número de contacto de un teléfono, ropa mojada a causa del calor, el movimiento de manos manipulando una camisa para abanicar el sudor. Azul configura este diálogo de ausencias mediante una poética directa, íntima y cercana que no hace concesiones pero que, a un mismo tiempo, sabe cómo arropar amorosamente lo perdido.
Sara Uribe