Adiós, Muñeca

Le conté mucho más de lo que me proponía contarle. Puede que fueran sus ojos.

la música que llega por el agua ha de ser necesariamente deliciosa.

Nadie puede seguir siendo honrado aunque quiera —dijo Hemingway—. Ése es el problema con este país. Te quedas con el culo al aire si lo intentas. Tienes que jugar sucio si quieres comer. Muchos malnacidos creen que todo lo que necesitamos son noventa mil agentes del FBI con cuellos bien limpios y carteras. Tonterías. Las comisiones acabarían con ellos como sucede con todos nosotros.

—Una chica simpática, pero no es mi tipo.
—¿No le gustan simpáticas?
—Me gustan las chicas atractivas y lustrosas, duras y muy pecadoras.
—Ésas son las que traen más problemas

Era una cama deliciosa, hecha con pétalos de rosa. Era la cama más hermosa del mundo. Se la habían quitado a Carole Lombard. Era demasiado blanda para ella. Merecía la pena renunciar al resto de mi vida por un par de minutos tumbado en ella. Hermosa cama blanda, sueño maravilloso, hermosos ojos cerrándose y párpados cayendo y el suave sonido de la respiración y la oscuridad y el descanso hundido en mullidas almohadas...

Hay muchísima gente buena en el mundo, pese a todo. Quizá refunfuñes cuando lees el periódico por la mañana y le des patadas en las espinillas al tipo en la butaca de al lado en el cine y te sientas mezquino y desalentado y desprecies a los políticos, pero de todos modos hay mucha gente buena en el mundo.

Echó la cabeza hacia atrás y lanzó una carcajada. Sólo he conocido a cuatro mujeres en mi vida capaces de hacerlo sin dejar de parecer bellas.

le rieron los ojos.

una habitación a oscuras con unos buenos prismáticos se puede ver mucho más de lo que uno se imagina.

resultaban tan alegres como prostitutas jubiladas.