Igiaba Scego

Mi casa está donde estoy yo

  • Yessica Pugahar citeretsidste år
    comprendí por primera vez la fuerza de las palabras, comprendí que quien habla o escribe bien difícilmente estará solo.
  • Lila en septiembrehar citeretfor 22 dage siden
    . Solo muchos años después comprendí que aquel cura nos quería como público. Era como el presentador de un espectáculo cuyo público lo había abandonado. Ya no acudía a las funciones. Ni siquiera venían esas ancianas que, en muchos casos, eran las que seguían manteniendo las parroquias. Nosotros éramos sus únicos espectadores: personas obligadas a escucharlo por el hambre y la necesidad. Éramos como ese público que aparece en televisión, al que pagan por aplaudir. Ahora lo sé: él, el párroco, era el más desesperado de todos nosotros.
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    pedir una misa a cambio».
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    Fuimos hasta allí tres o cuatro veces, y a cada vez, me entraron ganas de decirle al cura: «La espiritualidad debe surgir de dentro de cada uno, no puede imponerse por la fuerza. Si quiere ayudar por caridad cristiana, ayude, pero sin
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    pero el ambiente de La Giustiniana era muy distinto al del Trastevere. No había voluntarios sonrientes y todos nos sentíamos intimidados. No daban bolsas y, si querías comer, tenías que lavarte las manos y sentarte a la mesa. Pero primero había que tragarse la misa entera, incluso los musulmanes debían hacerlo, si no, el cura no te daba nada, ni te echaba un cable para encontrar trabajo. Me parecía muy estúpido por su parte, pues, ciertamente, no iba a convertir a nadie por necesidad.
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    Luego, poco a poco, mi madre y yo descubrimos otros lugares, comprobamos que la red de solidaridad se extendía por toda la ciudad.
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    «Mamá, qué bajo hemos caído», y me alegraba de corazón de que mi padre no estuviera allí con nosotras y no tuviera que sufrir esa humillación. Mi madre adivinó mis pensamientos y me llevó a un sitio un poco apartado. «Igiaba, ¿ves a aquellas mujeres?». Sí, las veía. Eran mujeres somalíes de porte majestuoso y atuendo de lo más estridente. «Esas mujeres fueron muy poderosas hace tiempo. Eran hijas y esposas de funcionarios del Gobierno, y algunas también tenían cargos importantes. Eran mujeres que sabían manejar los secretos de la diplomacia. Míralas. Aunque de aspecto algo maltrecho, poseen una elegancia bella e inconfundible. Y pese a no llevar ya joyas en las manos, sus riquezas siguen brillando. ¿Y sabes por qué? Porque no se sienten humilladas por pedir ayuda, hija mía. No hay nada malo en lo que estamos haciendo».
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    Mamá apretó los dientes y me pidió que yo también lo hiciera. «Querida Suban, nos esperan tiempos difíciles». Apretábamos los dientes porque hacía siglos que esperábamos ese momento.
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    luego, su liviandad innata fue lo que lo sostuvo en los momentos difíciles.
  • Lila en septiembrehar citeretsidste måned
    . Por ejemplo, abundan los establecimientos que venden cremas blanqueadoras para la piel. Cuando veo la fantasiosa exhibición de esos venenos, me hierve la sangre. ¡Qué rabia me da! Somos bellas como somos, black is beauty. Esos frasquitos maléficos tienen nombres cautivadores como Diana o Dark&lovely. Mucha gente, mujeres sobre todo, sueña con convertirse en Beyoncé o Victoria Beckham. Quieren ser amadas y mimadas. Los medios no dejan de decirles que, con su cabello rizado y su poderoso culo, no obtendrán nada en esta vida. Que lo negro no es bello, sino feo y monstruoso. Todo son patrañas, pero muchas se lo creen. Caen en la trampa. ¿Y cuál es el resultado? Se estropean la epidermis, la vuelven muy sensible a los rayos ultravioletas y eso, muchas veces, acaba en un cáncer de piel. Además, se vuelven más feas, lo cual no deja de ser paradójico. Se ensucian como cebras enfermas de vitíligo, con el cuello, la cara y los brazos claros y el resto del cuerpo, oscuro.
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