Cuando regresamos a la ciudad o cuando pensamos en ella, sus versos resuenan en nuestro oído, y ya no sabemos si son versos bonitos, hasta tal punto forman parte de nosotros, de tal manera reflejan para nosotros la imagen de nuestra juventud, de los días lejanísimos en que por primera vez los escuchamos de viva voz de nuestro amigo: y descubrimos, con profundo estupor, que hasta de nuestra ciudad gris, pesada y nada poética, se podía hacer poesía.