Aguas de marzo

Pégale huevón, defiéndeme de tu hijo maraco, le gritaba a mi padre, que se esforzaba por obedecerla. Recuerdo las maletas y recuerdo a mi padre decir: te vamos a dejar cagando donde tu

Pero para mi la ausencia no se perdona, la crueldad tampoco. Y esto vale para los dos: ambos hemos sido crueles. Tenía diecisiete años cuando dejé de hablarle. Intenté suicidarme. Yo vivía con mi abuela mientras mi padre y su novia vivían en otra casa, a treinta minutos de distancia. Fue mi abuela quien me descubrió botado con un hálito nauseabundo junto a las tabletas. Fue ella quien marcó el teléfono desesperada

Nuestros cuerpos se mezclan en una masa informe que tiene todo menos amor. Todo menos afecto.
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Al fin, cuando termina con su monólogo, Bruno me mira y pregunta: bueno, ¿y qué opinas? No sé qué decirte, contesto. Entonces repite que no debo enamorarme de él, que deben estar los límites claros. Para mantener este tipo de relaciones, deben existir estrictas líneas fronterizas: no preguntar en exceso, tampoco sentir o fingir demasiado, ser sincero solo con lo superficial, evitar diálogos y situaciones melosas, contentarse con poco, privarse de pronunciar la palabra «nosotros». A