Algunos padres solo quieren a sus hijos cuando son infantes y todavía mantienen alguna ilusión de que serán alguien, que los podrán salvar, sacar del fango, cuando se dan cuenta de que eso no va a pasar, pierden todo interés, incluso los odian por el tiempo que invirtieron durante cuarenta, cincuenta, en el peor de los casos, sesenta años.