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Slavoj Zizek

Bienvenidos al desierto de lo real

  • Jośe Carrasco Amadorhar citeretfor 3 år siden
    La prueba verdaderamente ética no reside en la disposición a salvar a las víctimas, sino además –quizá, en mayor medida– en la determinación inquebrantable a aniquilar a aquellos que las han convertido en tales
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 5 år siden
    la misma línea, deberíamos rechazar de forma radical la noción de que la disciplina (desde el autocontrol hasta el entrenamiento físico) constituye un rasgo «protofascista»; el atributo mismo de «protofascista» debería ser abandonado: se trata del ejemplo más típico de un pseudoconcepto cuya función es la de bloquear el análisis conceptual: cuando afirmamos que el espectáculo organizado de miles de cuerpos (o, pongamos por caso, la admiración por deportes que, como el ciclismo de escalada, exigen un gran esfuerzo y autocontrol) es «protofascista», no estamos diciendo absolutamente nada, simplemente estamos expresando una vaga asociación que enmascara nuestra ignorancia. Así, cuando hace algunas décadas las películas de kung-fu se hicieron populares (Bruce Lee, etc.), ¿acaso no era evidente que se trataba de una genuina ideología obrera proveniente de jóvenes cuyo único camino hacia el éxito era el entrenamiento disciplinado de su única posesión: su cuerpo? La espontaneidad y la actitud de «dejarse llevar» por una libertad excesiva pertenece a aquellos que se lo pueden permitir; los que no tienen nada, lo único que les resta es su disciplina. La disciplina corporal «mala», si es que alguna se merece este apelativo, no es el entrenamiento colectivo, sino por el contrario el jogging y el body-building, concebidos como parte de la economía subjetiva de realización de la potencialidad del Yo interior; no es de extrañar que la obsesión con el propio cuerpo de los antiguos radicales izquierdistas sea una parte prácticamente obligatoria de su tránsito hacia la «madurez» de la política pragmática: desde Jane Fonda hasta Joschka Fischer, el «periodo de latencia» entre dos fases aparece marcado por la centralidad que adquiere el propio cuerpo.
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 5 år siden
    Es aquí donde deberíamos oponer la genealogía historicista ordinaria (la búsqueda de los orígenes, las influencias, etc.) a la genealogía nietzscheana estricta. A propósito del nazismo, la genealogía ordinaria se caracteriza por la búsqueda del meollo o de los elementos «protofascistas», a partir de los cuales se desarrolló el nazismo (en El anillo de Wagner, el momento en el que Hagen ansía el oro del Rin; cuando el Romanticismo alemán estetiza la política…); la genealogía nietzscheana, por su parte, toma absolutamente en consideración la ruptura constitutiva que se produce en un nuevo acontecimiento histórico: ninguno de los elementos «protofascistas» es fascista per se, lo único que los convierte en «fascistas» es su articulación específica; o, por ponerlo en términos de Stephen Jay Gould, todos estos elementos son «ex-aptados» por el fascismo. En otras palabras, no existe el «fascismo avant la lettre» porque es la propia letra (la nominación) lo que, a partir de un haz de elementos, constituye el fascimo propiamente dicho.
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 5 år siden
    En un sentido estrictamente lacaniano del término, deberíamos entonces postular que la «felicidad» se sustenta en la incapacidad o falta de disposición del sujeto para hacer frente plenamente a las consecuencias de su deseo: el precio de la felicidad es que el sujeto se queda atrapado en la inconsistencia de su deseo. En nuestra vida diaria, deseamos (o pretendemos desear) cosas que no deseamos realmente, de modo que, en último término, lo peor que nos puede ocurrir es que logremos lo que «oficialmente» deseamos. La felicidad es, por lo tanto, inherentemente hipócrita: es la felicidad de soñar cosas que realmente no queremos. Cuando la izquierda actual bombardea al sistema capitalista con reivindicaciones que evidentemente éste no puede cumplir (¡Pleno empleo! ¡Continuidad del Estado de Bienestar! ¡Plenos derechos para los inmigrantes!), está básicamente jugando a un juego de provocación histérica: se dirige al Amo con una exigencia que a éste le será imposible cumplir y que pondrá, por lo tanto, de manifiesto su impotencia. No obstante, el problema de esta estrategia no consiste únicamente en que el sistema no puede cumplir estas reivindicaciones, sino además en que aquellos que las reclaman no quieren realmente verlas realizadas. Por ejemplo, cuando los académicos «radicales» exigen plenos derechos para los inmigrantes y la apertura de las fronteras, ¿son conscientes de que la ejecución directa de esta reivindicación podría, por razones obvias, inundar los países occidentales desarrollados con miles de recién llegados, hecho que provocaría una violenta reacción racista por parte de la clase obrera, que, a su vez, pondría en peligro la posición de privilegio de estos mismos académicos? Evidentemente lo son; sin embargo, cuentan con el hecho de que sus exigencias no se cumplirán; de este modo, pueden perseverar hipócritamente su conciencia radical clara mientras continúan disfrutando de su posición privilegiada. En 1994, cuando una nueva ola migratoria hacia Estados Unidos proveniente de Cuba se convirtió en una eventualidad posible, Fidel Castro advirtió a Estados Unidos de que, si no cesaban de incitar a los cubanos a emigrar, Cuba dejaría de prevenir que lo hicieran; algo que las autoridades cubanas hicieron de hecho un par de días después, poniendo a Estados Unidos en un aprieto ante la llegada de miles de personas indeseadas… ¿No se parece esto a la mujer del proverbio que, ante las insinuaciones machistas de un hombre, profirió: «¡Cierra el pico o tendrás que hacer aquello de lo que alardeas!».
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 5 år siden
    En este punto emergen inmediatamente dos referencias filosóficas a propósito de este antagonismo ideológico entre el modo de vida consumista de Occidente y el radicalismo musulmán: Hegel y Nietzsche. ¿No es éste el antagonismo entre lo que Nietzsche llamó nihilismo «pasivo» y «activo»? Nosotros, en Occidente, encarnamos al Último Hombre nietzscheano, inmerso en los estúpidos placeres cotidianos, mientras que los radicales musulmanes están en todo momento dispuestos a arriesgarlo todo, implicados como están en una lucha que puede alcanzar incluso su propia autodestrucción. (No podemos pasar por alto el papel significativo que jugó la Bolsa en los atentados: la prueba definitiva del impacto traumático de los mismos fue el cierre durante cuatro días de la Bolsa de Nueva York, y su apertura el lunes siguiente se presentó como el hecho clave que indicaba que las cosas estaban volviendo a su cauce normal.) Es más, si analizamos esta oposición a través de las lentes del combate hegeliano entre Amo y Esclavo, no podemos esquivar la paradoja: aunque a los occidentales se nos perciba como amos explotadores, somos nosotros los que ocupamos la posición del serbio, que al abrazar la vida y sus placeres es incapaz de arriesgarla (recuérdese la noción de Collin Powell de una guerra de alta tecnología sin bajas humanas), mientras que los pobres radicales musulmanes representan al amo dispuesto a ponerla en peligro… No obstante, esta idea del «choque de civilizaciones» ha de rechazarse sin ambages: a lo que estamos asistiendo hoy en día es, por el contrario, a choques en el seno de cada una de las civilizaciones. Es más, un rápido vistazo a la historia comparada del islam y el cristianismo nos dice que el «cómputo en derechos humanos» (por usar este término anacrónico) del islam es muy superior al del cristianismo; en siglos precedentes, el islam ha sido significativamente más tolerante hacia otras religiones que el cristianismo. Ha llegado el momento de recordar que fue a través de los árabes en la Edad Media como Europa occidental tuvo nuevamente acceso al legado de la Antigua Grecia. Estos hechos, que no exculpan los terribles actos de hoy, demuestran claramente, a pesar de todo, que no nos enfrentamos a rasgos inscritos en el islam «como tal», sino al resultado de las condiciones sociopolíticas modernas.
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 5 år siden
    ¿No es el anverso de esta sorpresa el hecho suficientemente triste de que a nosotros, en el Primer Mundo, nos resulte cada vez más difícil imaginar siquiera una Causa pública o universal por la que estaríamos dispuestos a sacrificar nuestras vidas? Cuando tras los atentados, incluso el primer ministro talibán manifestó «poder sentir el dolor» de los niños estadounidenses, ¿acaso no confirmó con este enunciado el papel ideológico hegemónico de esta frase, con sello de Bill Clinton? Pareciera como si la escisión entre Primer Mundo y Tercer Mundo discurriera, cada vez más, por el camino de la oposición entre vivir una larga y satisfactoria vida plena en riqueza material y cultural y una dedicada a alguna Causa trascendente.
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 6 år siden
    El último giro de esta relación entre Hollywood y la «guerra contra el terrorismo» sucedió cuando el Pentágono decidió solicitar la ayuda de Hollywood: a principios de octubre de 2001, la prensa informó de que, a propuesta del Pentágono, se había formado un grupo de guionistas y directores de Hollywood, especialistas en películas de catástrofes con el propósito de imaginar situaciones para posibles ataques terroristas y formas de combatirlos. Y esta cooperación parece seguir adelante: a principios de noviembre de 2001, se produjo una serie de encuentros entre consejeros de la Casa Blanca y altos ejecutivos de Hollywood con el propósito de coordinar el esfuerzo de guerra y establecer la forma en la que Hollywood podía ayudar en la «guerra contra el terrorismo» transmitiendo el mensaje ideológico correcto no sólo a los estadounidenses, sino también al público de Hollywood de todo el planeta, prueba empírica definitiva de que Hollywood funciona de hecho como «aparato ideológico de Estado».
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 6 år siden
    pregunta que deberíamos habernos hecho mientras veíamos la televisión el 11 de septiembre es simplemente: ¿Dónde he visto ya eso una y otra vez?
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 6 år siden
    fácil darse cuenta de que gente de todo el mundo sueña con hacerse estadounidense. Y ¿con qué sueñan los ricos estadounidenses, inmovilizados en su bienestar? Con una catástrofe global que rompa sus vidas en pedazos. ¿Por qué? De esto es de lo que trata el psicoanálisis: de explicar por qué, en medio del bienestar, nos hechizan visiones de catástrofes de auténtica pesadilla.
  • Anacarsis Ramoshar citeretfor 6 år siden
    podemos concebir el hundimiento de las torres del World Trade Center como la conclusión culminante de la «pasión por lo Real» del arte del siglo xx; de acuerdo con esta idea, los mismos «terroristas» no actuaron por encima de todo para provocar un daño material, sino por el efecto espectacular de su acción.
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