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Sue Graham Mingus

Mingus&Mingus

  • Miguel Ángel Vidaurrehar citeretfor 2 år siden
    sintiéndome como Orfeo, lista para echar todo a perder para saber con certeza.
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    sintiéndome como Orfeo, lista para echar todo a perder para saber con certeza.
  • Miguel Ángel Vidaurrehar citeretfor 2 år siden
    Miles Davis es buen boxeador. Sabe tanto como el profesional promedio para su peso. Si no hubiera sido un trompetista, podría haber sido un campeón. Y Max Roach es bueno. Y Walter Bishop—. Miró por la ventana—. Todas esas personalidades…
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    Por el teléfono, Max Roach dijo:

    —Mantente fuerte.

    Yo le dije que cuando cualquiera habla de algún baterista, Charles siempre dice:

    —Sí, pero no es Max Roach.
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    En 1974, acompañé a Charles en una gira por Sudamérica. El clima político en Brasil, Uruguay y Argentina era tan escandaloso, los gobiernos tan opresivos (incluso el teatro de improvisación infantil estaba censurado en Brasil), la policía y los agentes migratorios tan amenazadores, que teníamos ganas de regresar a la tierra de Richard Nixon, con todas sus fallas. En Brasilia —una capital extraña, como del otro mundo, salida de la densidad de la jungla que la rodeaba, a millas de la vida tumultuosa de las ciudades ordinarias— los oficiales de gobierno que conformaban la mayor parte de la población eran infelices, vivían en un estado de exilio esperando solo a ser enviados a casa. Esta ciudad fría, vacía, con sus edificios abstractos y sus grandes plazas de concreto estaba extrañamente desprovista de cualquier verdor o cosa viviente, a pesar de la proximidad de la jungla. Bien podría haber caído entera desde otro universo en una noche de fuerte viento. Me recordaba a las viejas tiras cómicas de Buck Rogers, con sus primeras fantasías espaciales.
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    Neshui Ertegun era uno de los hombres más cultos, sofisticados y generosos de la industria. Su calidez y amistad con Mingus duró una vida. Él había entendido y apoyado a Mingus desde el principio y, ahora una vez más, le dio no solo un hogar en su sello sino absoluta libertad artística. N
  • Miguel Ángel Vidaurrehar citeretfor 2 år siden
    el disco Let My Children Hear Music de Charles, en Columbia. Repleto de música nueva y composiciones rara vez escuchadas de una década anterior, fue tocado por un ensamble
  • Miguel Ángel Vidaurrehar citeretfor 2 år siden
    Molesto como estaba por el free jazz, había comenzado a bromear con músicos como Dizzy Gillespie y Clark Terry y Thad Jones acerca de reunirse a hacer un avant garde o un “estilo nuevo” ellos mismos. El punto era mostrar qué pasaría si músicos que realmente podían tocar cambios de acordes, que podían tocar a tiempo y no perderse, se reunían a improvisar y tocar free jazz. La idea era mostrar cómo ellos podían romper con todo lo demás.
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    programas de danza y producciones de teatro, de las cuales unas cuantas eran dirigidas por el dramaturgo Sam Shepard, quien compartía un departamento con el hijo de Charles, Charles Tercero, o
    Tertius, como lo llamábamos entonces. Yo seguía coeditando el New York Free Press y también había comenzado una pequeña agencia de publicidad llamada Vulture, la cual proveía anuncios para gran parte de la prensa underground de Nueva York, incluyendo el New York High School Free Press, un derivado de nuestro propio periódico, dirigido por estudiantes que vivían en una estación de bomberos cerca de Tompkins Square.
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    —Charlie Parker. Él realmente era especial. Y nadie lo escuchaba siquiera. ¿Sabes cuántas personas hay que ni siquiera lo escucharon?

    —¿Puedo darte algo de café? —le pregunté.

    —Nat Hentoff nunca lo escuchó, ni Louis Armstrong. Joe Glazer nunca lo escuchó. Ni Milton Berle. Ornette Coleman se quedó en la puerta y no lo escuchó. Ni siquiera Dizzy. Unas cuántas personas. Duke Jordan lo escuchaba, su pianista, pero él no cuenta porque está muerto, o lo mismo que muerto. Gerry Mulligan lo escuchaba, ese niño rico, y dejó su pueblo porque había escuchado a Bird y tomó su sax y lo siguió. Chet Baker lo escuchó, otro niño blanco, y Jimmy Knepper, todos chicos blancos. Pero su mánager nunca lo escuchó. Sólo escuchaban sobre él, escuchaban que era bueno y entonces hicieron dinero de él. Él era algo especial. Él lo dijo todo. ¿A dónde vas cuando todo está dicho?
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