No tiene la esperanza de que alguna mano se levante para ser voluntaria en el sacrificio. Eso se lo había enseñado la abuela. Nadie se ofrece voluntario de cara a la muerte. Hay que elegir por los otros. Hay que elegir por los idiotas que esperan un dedo que los señale. Un ramalazo de poder le atraviesa la columna vertebral. Esto es lo que se siente ser dios y selva, piensa Ifigenia, poder escoger quién vive y quién muere por mí.
Cleo Letrashar citeretfor 16 timer siden
ahora que la libertad está frente a tus ojos, cuánto pesa. En el fondo, nunca has sido tan jíbara. En el fondo, te acostumbraron a la cárcel, te llamaron Ananda, te dijeron loca, te mataron a un hijo y te dieron agua a veces.
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Hueles el golpe seco que se traba en algún lugar entre las costillas de Lázaro.
—No la toques, cabrón. Te dije que te iba a aplastar los huevos, buitre de mierda —susurra Romina.
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Le hueles la peste a deseo, que no se ha apagado en todos estos años y que ahora se dirige a cualquier punto del aire.
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La noche es larga y ya comienzas a sentir dolor en el cuerpo. El dolor de la metamorfosis. En las patas delanteras te han brotado los primeros pelos jíbaros y el hocico se ha empezado a alargar.
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Nunca hablaban de monstruos delante de los adultos porque sabían que ellos eran los peores monstruos del universo. Por eso, los niños deambulaban cerca de tu cárcel y se sentían a salvo en el patio. Una jíbara no iba a tener palabras para contarle a ningún adulto.
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Los pecados de Santa son asunto de Santa, piensa Lázaro. Hay cosas más importantes que seguir a una mujer que ya no se desea.
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La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.
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porque más puede la carne que el horror, más jalan unas tetas jóvenes que la prudencia.
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La selva era un dios hambriento como todos los dioses del mundo, y Santa una idiota por haberse creído el cuento dulce de la infancia que la madre y Chola le hacían: que en la selva todos estaban bien y protegidos, que había que obedecer a dios en la selva, que había que parir y no comer de la carne elegida, a pesar del hambre que le manchaba la boca.