Un chiquillo muestra el camino que conduce al Altísimo por la senda de la desviación, el dueño de un perro difunto necesita a un taxidermista que lo inmortalice, dos comadres dictan sentencia sobre las impudicias del prójimo, un mariquita chismoso despelleja a un mariquita indeciso, un buscón arduamente casado se topa con el crimen y cae en él, un hombre abraza a su amado moribundo, dos figurines contemplan el fin de su propio exquisitez: no pueden soportar la indiferencia. La crueldad del mundo es un gozoso dolor que Luis Negrón plasma en todos los registros del alma y del habla.
“Un humor a veces grueso, a veces malvado, a veces disparatado, a veces conmovedor, a veces desgarrado; pero humor, siempre humor, mucho humor”, afirma Ignacio Echevarría en el prólogo.