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Bøger
Roberto Calasso

El ardor

  • Verónica Noyolahar citeretfor 3 år siden
    Querían pensar, y sobre todo: querían ser conscientes de pensar.
  • Héctor Rojohar citeretfor 23 dage siden
    «Después de completar el sacrificio, él asciende y entra en el esplendente [sol]. Por eso no debe preocupar si Agni es destruido, porque entonces él está en ese disco allí arriba.» Toda construcción es provisional, incluso el altar del fuego. No es algo detenido sino un vehículo. Una vez cumplido el viaje, el vehículo puede incluso ser reducido a pedazos. Por eso los ritualistas védicos no elaboraron la idea del templo.
  • Héctor Rojohar citeretfor 23 dage siden
    ¿Cuál fue el motivo profundo por el que no quisieron dejar rastro?
  • Héctor Rojohar citeretfor 23 dage siden
    Muy poco de tangible se conserva de la época védica. No se conservan edificios ni ruinas de edificios ni simulacros. Como mucho, algún raído resto arqueológico en las vitrinas de algunos museos. Construyeron un Partenón de palabras: la lengua sánscrita, ya que saṃskṛta significa «perfecto». Eso dice Daumal.
  • Héctor Rojohar citeretfor 23 dage siden
    Lo llamaban el «altar del fuego». Pasaban la mayor parte del tiempo en un claro despejado, en leve pendiente, en la que se disponían alrededor del fuego murmurando fórmulas y cantando fragmentos de himnos. Era una forma de vida a la que sólo se llegaba tras un largo adiestramiento. Su mente estaba llena de imágenes. Quizá también por eso se abstenían de tallar o de esculpir las figuras de los dioses. Como si, al estar rodeado por ellos, no sintieran la necesidad de agregar nada.
  • Héctor Rojohar citeretfor 24 dage siden
    Sólo quedan los textos: el Veda, el Saber. Compuesto de himnos, invocaciones, conjuros, en versos; de fórmulas y precisiones rituales, en prosa. Los versos están engastados en momentos de complejas acciones rituales, que van de la doble libación, agnihotra, que el jefe de la familia debía cumplir solo, todos los días, durante casi toda la vida; hasta el sacrificio más imponente –el «sacrificio del caballo», aśvamedha–, que implica la participación de centenares y centenares de hombres y animales.
  • Héctor Rojohar citeretfor 24 dage siden
    ¿Cuántos fuegos, cuántos soles, cuántas auroras, cuántas aguas? No lo digo por desafiaros, oh, Padres. Lo digo por saber, oh, poetas
  • Ana Luelmohar citeretsidste år
    Ya evaṃ veda, «aquel que sabe así»,
  • Ana Luelmohar citeretsidste år
    Querían pensar, y sobre todo: querían ser conscientes de pensar.
  • Ana Luelmohar citeretsidste år
    El lugar sagrado era la escena del sacrificio, que se escogía cada vez siguiendo criterios fijos: «Además de estar en lo alto, ese lugar deberá ser plano; y, además de ser plano, deberá ser compacto; y, además de ser compacto, deberá estar inclinado hacia el este, porque el este es la dirección de los dioses; o de otro modo deberá estar inclinado hacia el norte, porque norte es la dirección de los hombres. Deberá estar ligeramente elevado hacia el sur, porque ésa es la dirección de los antepasados. Si ascendiese hacia el sur, el sacrificante pasaría enseguida al mundo del más allá; en cambio, de este modo el sacrificante vive largamente: por eso el terreno debe estar ligeramente elevado hacia el sur.»
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