Los sueños y los días

Los mismos autores, muy distinguidos especialistas, señalan que tanto los líderes políticos como religiosos mayas del pasado eran chamanes,

En el caso maya, una de las altas deidades, Itzamná, fue la fundadora de la institución chamánico-sacerdotal, quien proporcionaba la divina sustancia celeste, Itz, que fluía a través del portal que abría el altar de los chamanes en la tierra.

Se trata de la misma argumentación, que niega que el trance o el éxtasis sean constitutivos del chamanismo, cuando en realidad es el sistema simbólico preexistente el que les otorga su sentido.

Roberto Martínez González (2009), quien cuestiona al éxtasis chamánico en tanto “modelo neuropsicológico” individual pero universalizante, que negaría lo específico de cada cultura.

en algunas de las culturas mencionadas hoy día se considera que sólo los “brujos” poseen nahual, siempre orientado hacia el mal, y que los “curadores” no tienen nahual

Más que una construcción “teórica” derivada de la presencia y exégesis de especialistas, se trata de un fenómeno ligado a la experiencia individual y social, que lo reproduce y lo difunde

habían considerado como un tipo de nahual, también de raíz precolombina, las tlaltepuchis o brujas, que se transforman en aves (guajolotes o pavos) o bolas de fuego para chupar la sangre (el alma) de los humanos

término náhuatl nahualli sería aproximadamente la de máscara o disfraz, es decir que el individuo transformado se convierte en su otro, se reviste metafóricamente con su piel

El jaguar es un animal emblemático en todas las poblaciones amerindias. Hay una razón muy evidente para plantear la relación del poder de ciertos individuos­ con el jaguar, ya que éste es en toda América Central y del Sur el único cazador­ que caza al hombre. Es por lo tanto un igual y un rival; un “otro” tan temido como admirado, entidad a la que se le rinde culto a la vez que se pretende emular.

“el nahualismo es un movimiento contra-aculturativo que, en ocasiones, llega a tener todas las características de un movimiento mesiánico” (Aguirre Beltrán, 1963: 106).