Hoy tenemos que aceptar la democracia como un hecho: no podemos limitar el sufragio, como propuso Platón, pero podemos imponer restricciones al desempeño de un cargo y de esa forma asegurar la mezcla de democracia y aristocracia que Platón parece tener en mente. Podemos aceptar sin discusión su tesis de que los hombres de Estado deberían prepararse en forma tan específica y completa como la que se emplea con los médicos; podríamos establecer en nuestras universidades facultades de ciencias políticas y administración, y, una vez que hubiesen empezado a funcionar como conviene, podríamos decretar que ningún hombre fuese elegible para cargos políticos a menos que hubiese recibido el título profesional en esas escuelas. Incluso estipular que solo fuese elegible para un cargo el hombre que hubiera recibido la preparación adecuada al mismo, y de esa forma eliminar por completo el complicado sistema de nombramientos